-¿Qué haces?- me preguntó, como otras muchas veces.
-Nada- le respondía, ya casi por constumbre.
-Algo estarás haciendo.
-Mmmmm pues pensar no sé.....
-¿Pensar, en qué?
-En nada, cosas mías- Algunas veces él insistía en que le dijese en lo que pensaba, me torturaba a base de cosquillas, pero nunca lo conseguía. Siempre acababa suspirando, haciéndose el ofendido, y yo diciéndole que eran tonterías mías. Fue entonces, un día, en medio de silencio, mirando al techo de la habitación, cuando me dijo:
-algún día conseguiré saber que pasa por tu mente.
-Si no lo sé ni yo, ¿cómo vas a saberlo tú? -le pregunté
-Porque sé que algún día conseguiré que me abras esa armadura que es tu corazón y tu mente, que me cuentes sobre que piensas tanto, que consigas mostrarme tus sentimientos tal como yo te nuestros los míos. -Se quedó en silencio- Sé que algún día lo conseguiré. Señotira pensativa- añadió esto último mientras tocaba con la yema de su dedo la punta de mi nariz. Me quedé en silencio, sorprendida. Me acerqué más a él, sin saber que decir, y añadió.
-Bueno, ¿y ahora vas a decirme en que piensas?- Me acerqué un poco más y roce mis labios con los suyos, mirándole a los ojos.
-¿Te lo digo o lo adivinas? -dije justo antes de basarle.
Era obvio, con nosotros, sobraban las palabras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario